martes, 14 de junio de 2011

Los vientos en Europa

Bueno no. No me voy a poner mal porque ya es cualqueira. Y aparte las veces que lloré era conciente de cómo eran las cosas, no lloraba de tonta, lloraba y sabía por qué lloraba. Por eso dolía tanto...
Bueno, en realidad, no sé por qué estoy usando el tiempo "pasado"... sí, sigo llorando. Pero más madura. ¿Madura? Bueno, no. Sigo sin tener el valor de decirle. Me puse a pensar varias veces cómo se lo diría. ¿La conclución? Podría ser algo así lo que pasa por mi mente cada vez que lo veo:

Yo no quiero un abrazo tuyo. Ni uno, ni dos, ni tres... yo quiero vivir en tu abrazo.
Yo no quiero un beso tuyo. Ni uno, ni dos, ni tres... yo quiero ser parte de tus labios.
Yo no quiero que me mires. Quiero ser tus ojos y guiarte y cuidarte a cada hora.
También quiero ser tu camino. Quiero que me camines a toda costa, aunque a veces pices fuerte y me agrietes. Tampoco me importa que me camines acompañado, las grietas van a ser más profundas, sí, pero la única condición es una sonrisa tuya.
Yo no quiero una caricia. Ni una, ni dos, ni mil. Yo quiero colgarme de tus manos. Pesarte. Para que te des cuenta de que aunque no sigo en tu corazón, estoy ahí.
Yo no quiero que me pienses, que me sientas, que me cuides. Sólo necesito que firmes aquí, en el costadito del pequeño pedazo que quedó de mi corazón. Es un contrato sin letra chica. No tenés que hacer nada. Es sólo para que me autorices a pensarte, sentirte y cuidarte sin límite. Firmá con tu tinte color Sol, no importa la claridad o luz tenga, es tu luz, y yo la puedo ver.

No es perfecto pero salió simpático (bastante bien para una clase intensa de Geografía)

Lucía Menéndez