domingo, 12 de junio de 2011

Este adiós no maquilla un hasta luego

Hoy algo muy extraño me pasó. Domingo, el día estaba nublado y frío, "El Código Da Vincci" por la mitad en mi mesita de luz, el piano estaba agotado por la intensa noche que le hice pasar, los mates fríos y lavados... tenía ganas de soñar pero me costaba concentrarme, entonces, decidí dormir. Dormir dos horas por ejemplo; pero para mi sorpresa mi reloj indicaba un poco más de dos horas cuando desperté.
Soñé con él. Hacía mucho que no daba vueltas por mis sueños, hacía mucho que no lo pensaba, y todo esto con mucho esfuerzo. No sé que me quiere decir mi "yo" interno con esto. ¿Debería recordarlo? ¿O me recuerda cómo era todo para que no quiera volver a eso? Y es que yo no sé si estaba bien o mal.
El sueño consistía en un espacio infinito y blanco, lleno de luz. Yo estaba sóla con una guitarra, cantando mis temas favoritos. Entonces dentro de toda esta paz aparecía él, y mi voz empezaba a temblar antes de verlo. Yo no entendía por qué se quebraba de esa forma hasta que lo ví. No había nadie; eramos: él, la guitarra y yo; envueltos en esa paz. Y así, nos quedábamos juntos imaginando cosas que iban rellenando lo blanco. Deseabamos nuestro futuro, y este aparecía. No nos despegábamos uno del otro y de repente el sueño se puso en "mute". Sólo quedaba esa imagen de nosotros juntos, cerca de todo lo que queríamos y una canción de fondo.
Me levanté con un dolor espantoso en la cabeza, un nudo gigante en el estómago como el que tenía el día que le dije "basta", y con, sin querer, una lágrima derramada en la almohada y otra con ganas de escaparse de mi ojo derecho. Volví a recordarlo, volví a pensar y a replantearme una vez más qué nos pasó.
Entonces, salí al parque, miré el jazmín y estaba todo florecido. Esa imagen me dio una sensación de que ya era parte del pasado y que justamente, ya estaba todo renovado, todo florecido. Inalé aire fresco suavemente mientras tornaba mi cabeza hacia el cielo, me di cuenta de que ya no estaba nublado, había un Sol resplandeciente que disturbió mi vista. Entonces, exhalando logré verlo (al Sol) completamente sin parpadear y LO OLVIDÉ. Ya está para mi.

                                                  Este adiós no maquilla un hasta luego,
                                                  este nunca no esconde un ojalá,
                                                  estas cenizas no juegan con fuego,
                                                  este ciego no mira para atrás.
                                                  Este notario firma lo que escribo,
                                                  esta letra no la protestaré,
                                                  ahórrate el acuse que recibo,
                                                  estas vísperas son las de después.
                                                  A este ruido tan huérfano de padre
                                                  no voy a permitirle que taladre
                                                  un corazón podrido de latir.
                                                  Este pez ya no muere por tu boca,
                                                  esta loca se va con otro loco,
                                                  estos ojos no lloran más por ti.

                                                                                                           Joaquín Sabina
Lucía Menéndez

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